jueves, 9 de junio de 2011

CIUDADES DE LA PLATA

Muy buenas a todos, por fin de nuevo en Puebla intentando ponerme al día de todo lo que he andado estas semanas por México lindo. Como bien sabéis ando muy bien acompañado por mis españolitos y la semana pasada fueron mis vacaciones aca, sin clases en la Universidad.

El sábado 28 fuimos a recoger a Manolo al Aeropuerto Benito Juarez y rentamos un auto para cuatro días. Directamente nos marchamos del DF hacia nuestro primer destino, que fue la ciudad de Querétaro. Es la primera de las ciudades de la plata, conocida así ya que el año 1558 se descubrió la mina La Valenciana, con una de las vetas de plata más ricas del mundo; durante 250 años produjo el 25% de la plata mundial. Esa fuente de riqueza provocó que florecieran ciudades en la rutas de acceso a las minas. La ciudad tiene muchas galerías de arte interesantes, os adjunto la imagen de uno de los cuadros que más nos gustó, en el que se expresa la problemática social en la ciudad de Tijuana .


Querétaro quizás sea la ciudad menos impresionante, pero merece una visita aunque sea de paso. Cenamos en un bar en la Plaza de la Constitución y los españolitos se comieron todo un chuletón de res a la parrilla (que parece no estaba tan bueno como aparentaba) y yo una simple manzanilla (he estado mal con el estómago). Una ciudad muy turística para los mexicanos, llena de bares y en todos ellos música en directo que cuando te sientas te llega sonido de veinte lugares, se confirma el caos sonoro de este país y el poco respeto por el silencio. Visitamos el convento de la Santa Cruz, un monasterio construido en 1654, cuya principal leyenda es el "Arbol de la Cruz" en el que las espinas tienen forma de cruz (os adjunto una foto en la que si os fijáis se aprecia esa singularidad).


No puedo dejar de mostraros una imagen de un Japonés perdido en Querétaro; como podéis ver no pierden su "estética" ni por el calor, ni por la forma de viajar (mochilero), ni por el país, ni............ (fijaros por Dios en la pajarita)


A la mañana siguiente nos fuimos a San Miguel de Allende, otra ciudad monumental con calles empedradas donde se nota que residen muchos extranjeros, sobre todo norte americanos. Se percibe especialmente en los bares y tiendas de arte; desayunamos muy bien en una cafetería panadería con una terracita que fue un placer. Los españolitos se pidieron tazones con frutas y bagel tostados (pan con un agujero en el centro un poco denso), que tenían muy buena pinta y yo; otra manzanilla. La verdad es que ya sabéis mi pasión por los mercados de barrio, por la mañana antes de irnos de la ciudad visitamos el Mercado el Nigromante del que os muestro una imagen de un puesto en el que venden chiles y nopal (las hojas de las pencas, que las cocinan como cualquier otra verdura), en el que las mujeres las limpian de espinas con un cuchillo.


En el camino de San Miguel de Allende pasamos por la Peña de Bernal, que con sus 350 metros de alto es el tercer monolito más grande del mundo (después del Peñón de Gibraltar y el Pan de Azúcar de Río), un destino muy turístico. Lleno de restaurantes carillos y tiendas de recuerdos. En uno de sus restaurantes me tome mi segunda sopa de pollo com arroz, que ha sido la salvación de mi estómago; la tradición en México es iniciar la comida con una sopa, lo que garantiza que en casi todos los restaurantes hay sopitas. 


Pero lo que recordaremos sin duda de San Miguel de Allende fue el alojamiento, ha sido el más “aguerrido” en el que hemos estado, se nota que la ciudad es más cara y nos costo bastante decidir donde dormir, al final nos decidimos por el Hotel Sautto que se ubica en una antigua hacienda con unos jardines impresionantes, pero las habitaciones están un poco-mucho abandonadas.

De camino a Guanajuato hicimos noche en Dolores Hidalgo que es una ciudad chiquita que fue sede del movimiento independentista. En 1810 desde la puerta de la iglesia, el párroco Miguel Hidalgo lanzó el llamado Grito de Dolores “!Muerte al mal gobierno y a los gachupines!” (término despectivo con el que se conocía a los españoles). Pues justo en frente de la iglesia dormimos una noche, en la posada Cocomacan.

Y por fin llegamos a Guanajuato, la ciudad que más nos gusto a todos, se nota su ambiente universitario. Una ciudad muy bonita, ubicada en laderas en las que las casas están pintadas de colores muy vivos que dan mucha alegría. Otra de las sorpresas son los túneles subterráneos, la ciudad esta atravesada por antiguos cauces de agua que se han convertido en calles para facilitar el tráfico de la ciudad y la verdad es que funcionan muy bien y te haces con la ciudad muy rápido. Os muestro una foto de Manolo de la entrada a uno de los túneles, plagados de tráfico.


Además tuvimos mucha suerte con el alojamiento, en el Zopilote Mojado, que es como una casa con su saloncito y una terraza en la que comimos y desayunamos, disfrutando de unas vistas únicas de la ciudad. 


La ciudad esta llena de callejuelas con mucha pendiente que permite disfrutar de vistas muy chulas. Y como en el resto de México la gente invade las calles y las plazas, la foto es del Jardín Unión donde había una banda de música tocando y las parejas de abuelos bailando sin miedo al ridículo, auténticos profesionales.


El regreso al DF fue como se esperaba, complejo, teniamos que dejar el coche en el aeropuerto y llegar fue lioso, nos perdimos en un par de ocasiones pero conseguimos entregarlo en hora. Las carreteras de acceso al DF dan miedo, conforme te vas acercando a la ciudad se van colmatando de coches y parece como que te engullen y no tienes capacidad de movimiento. Pero una vez que te conviertes en peatón, es cuando sientes de nuevo la libertad para disfrutar de la ciudad.

El día 2 de junio nuestra amiguita hispano-mexicana se embarco en la primera calabera rumbo a la madre patria, la echamos mucho de menos. Y nos quedamos solos en el DF el Manolo y el Juan. Las nuevas aventuras del DF y siguientes quedan pendientes de la próxima entrega.

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