viernes, 15 de julio de 2011

MANGOS Y MICHELADAS


Ya desde el Aeropuerto a punto de embarcar en el vuelo de regreso a mi Almería natal os comento algunas otras cosillas, en esta ocasión y aunque sea al final me dedicare un poco a una de las costumbres que más sorprende y que se disfruta en este extenso y variado país, que es la comida y la bebida. Además del consabido y repetido “chile” que hace que comer sea, en algunas ocasiones, una aventura de riesgo. Una vez que uno conoce como controlar ese elemento de riesgo, con unas pautas sencillas, se puede disfrutar de las comidas con plenitud. Las dos recomendaciones esenciales para protegerte del picante son: no hacer caso ni a camareros ni mexicanos cuando te dicen que pica “un poco”, ese poco para un estómago europeo es muchísimo (lo puedo asegurar), y en segundo lugar no probar lo que aparenta ser un inofensivo pimiento en cualquier plato, realmente es chile pero se camufla bajo la apariencia de un pimiento. Además en estos casos hay que ampliar la cautela a todo aquello que haya estado en contacto con el mismo. Y muchísimo cuidado con las salsas que te ponen en la mesa, algunas son auténticas bombas de relojería, hay que probar una milésima parte de la misma y entonces decidir. Aquí tenéis una imagen típica de las salsa que están en todas las mesas mexicanas, normalmente la roja es mucho más picante.


Pero hablando de lo que yo más voy a echar de menos he de comentar en primer lugar las frutas, las aguas de frescas y el pan dulce. La variedad de frutas es tremenda y el precio muy asequible, lo que me tiene alucinado desde le primer día hasta hoy mismo han sido los mangos. Es la fruta más presente en todos los mercados y rincones de la ciudad, la venden en cualquier esquina y a menos de un euro los dos kilos. Yo no sabía que existen tantas variedades: el más común es el “Ataulfo”, amarillo, de tamaño mediano y esta riquísimo, la denominación de origen del mismo esta en Chiapas donde, según me cuentan, los mangos se caen de los árboles y casi te los regalan. El “Manila” es muy parecido al Ataulfo pero más chiquito y esta igual de rico. El “Petacon” (así se denomina a la persona que tiene el culo prominente) y que es el que se consume en España, aca se suele utilizar para las aguas frescas ya que es menos sabroso. El “Paraíso” que es como el que se comercializa en España, pero más chiquito. Estas son las cuatro variedades más comunes en México, al menos en Puebla.


Del resto de las  frutas también son un lujo las papayas (muy económicas), las piñas, los plátanos, que tienen un sabor más intenso y hay una variedad de unos que son chiquitos, muy dulces y que tiene un tamaño que es más adecuado para una persona sola, se les conoce como dominicos. También sorprende el color de la tuna (nuestro higo chumbo), verde, pero esta maduro pese al color.

El Mamey, una fruta que yo no conocía, es de un tamaño similar al del mango, pero exteriormente es marrón oscuro, con una piel dura, la pulpa es anaranjada y el hueso como el del aguacate pero alargado, su sabor me recuerda al boniato, lo utilizan mucho para hacer helados. Os muestro un vendedor callejero de Mameys en Apicazo, a 10 pesos del kilo (aproximadamente 60 céntimos de euro). Es una fruta menos común y para encontrarla hay que ir a los mercados más tradicionales.


Y que contar de las panaderías como lo tienen organizado hacen que, al menos yo, siempre compre de más. Os cuanto, cuando entras debes coger una bandeja de unos 40 centímetros de diámetro y unas pinzas metálicas de unas 20 centímetros de largo con las que vas cogiendo lo que quieres. Yo no me puedo contener y hasta que no veo la bandeja medio llena no paro de poner pan y dulces. Ayer pase por mi pastelería favorita “La Flor de Puebla”, que esta en la 3 sur con la calle Reforma, muy cerquita del zócalo, y he comprado bizcocho de elote (maíz), pan relleno de queso, magdalenas y alguna otra cosa que hasta que no la pruebe no sabre de que se trata en realidad. Acá le llaman “pan dulce” a lo que nosotros llamamos bollería casera y la consumen a todas horas, de echo muchos poblanos comen con “pan dulce”, se puede decir que está un poco enganchados. La foto es un puesto callejero de panes dulces que son contemplados por Manolo.


También los mercados y las puestos callejeros son una pasada. En los mercados se mezcla de todo, se vende de todo, desde artículos de papelería, carne, cerámica, puestos de comida, pescado, frutas, flores……. Todo mezclado sin una organización aparente, únicamente se suele apreciar una agrupación de los puestos de comida. Yo voy a comprar a uno chiquito que hay cerca de casa donde hay vendedores que son a la vez los que cultivan lo que venden, acá aún perdura esa práctica de vender lo que se produce directamente, que antes era a modo de trueque, lo que tienen la gran ventaja de que los productos (nopal, acelgas, manzanilla fresca, cebollas, elote……) que venden no pueden ser más frescos. La prímer imagen es de mi mercado en Puebla.

Por último comentaros la costumbre de las aguas frescas, que son jarras de agua con un poco de zumo. La más habitual es la Jamaica, que es una bebida de infusión de hibiscus, de color rojo y que fresquita esta muy rica. Además suelen tener variedad de frutas como el mango, limón, naranja, papaya… en cada restaurante has de preguntar que agua fresca tienen, ya que la cambian casi a diario.


La cerveza es muy variada, en relación a las lager (rubias suaves) están la dos X, la Victoria, la Pacífico, La Sol y La Corona (que no Coronita, como en España aunque es la misma). Ya en las negras es muy común la negra Modelo de mucha calidad. Pero lo que sorprende realmente es como toman las cervezas, es muy habitual que las pidan en “cheladas” o “micheladas”. Pese a que no esta claro que es cada cosa (en cada bar hay que preguntar cual es cual) intento explicaoslo. La “chelada” es que junto a la cerveza que hayas elegido te traen un baso con un poco de zumo de limón y el borde del baso mojado con sal para que te sirvas la cerveza en el baso, quizás sea la mezcla más fácil de beber para un europeo. La “michelada” es mucho más intensa y fuerte ya que a la anterior mezcla le añaden una serie de salsas (salsa picante, salsa inglesa, salsa tabasco, jugo sazonador, chamoy…) entre el que se encuentra, como no, el chile. A mi me parece que desvirtúa mucho el sabor de la cerveza y que es demasiado fuerte para mi sensible estómago. No me puedo olvidar el “clamato”, que es una especie de michelada pero con zumo de tomate y ostión lo que le da un sabor a almeja. Pese a ser tan fuerte para ellos suele tener fama de que es buena para la resaca. Para mi la favorita es La Pacifico, que es una cerveza rubia suave. El precio de la cerveza al igual que en otros países latinoamericanos es cara si la comparamos con el precio de la comida, no guardan la misma proporción que en España. Un tercio de La Pacífico en la tienda cuesta 10 pesos (sobre 60 céntimos de euro) y en un bar entre 20 y 30 pesos (entre 1.5 y 2 euros).

Seguramente este mensaje algunos lo leáis cuando ya este por Almería, puede que nos hablemos y nos veamos pronto.

Aunque comentare algo más sobre esta experiencia quiero darles las gracias por su compañía. Aunque haya sido mediante mensajes, que os aseguro que en la distancia son esenciales y ayudan a sentirse acompañado, aunque sea a nivel planetario.

domingo, 10 de julio de 2011

MAZUNTE

Ya de regreso en Puebla la verdad es que los días vividos en el Pacífico han sido muy especiales. Ya comente que el lugar es un paraíso si lo que se busca es el descanso y el contacto con la naturaleza. Mazunte, debe su nombre a un cangrejo azul que abundaba en estas playas, puedo decir, que desde mi punto de vista, es una de las playas y entornos naturales más bonitos de México. En un asentamiento que esta plenamente integrado en la naturaleza y desde cualquier rincón del mismo disfrutas de la misma. No puedo evitar mostráros nuevamente la imagen que tenía cada día desde la terraza de la habitación.




La playa principal de Mazunte esta plagada de actividad, desde bares y restaurantes con sus mesas y sillas en la arena, a muchachos con tablas practicando una especie de windsurf, pero que entran corriendo desde la playa, pescadores cuidando y reparando sus redes.


También un padre mostrando y enseñando a sus hijos los trucos y recomendaciones para aprender a manejarse con seguridad en un mar con muchas olas, como el del Pacífico.




Los originales del pueblo mantienen sus tradiciones, entre la que se encuentra la pesca, muchos se acercan a los acantilados desde donde pescan unos peces que se parecen a los peces espada chicos (no se como se denominan acá). La imagen de estos hombres y mujeres entre las rocas, casi verticales, impresiona realmente. La zona mejor para esa pesca son los acantilados de Punta Cometa, que es la que se encuentra más al sur de todo México. El acceso a este lugar se realiza por un sendero precioso en el que el comienzo esta repleto de vegetación, hasta que de pronto aparece el mar. Es un lugar al que también se suele acudir para ver las puestas de sol.



El hotel El Copal, donde me aloje se ubica en la playa Mermejita, a un kilómetro al norte de Mazunte. Es una cala casi desierta, en la que además del hotel únicamente existen unas cuantas cabañas que son viviendas privadas. En la playa de vez en cuando se ve a alguien pasear a lo largo de la playa o bañarse, su longitud es de casi un kilómetro lo que permite unos paseos al amanecer y atardecer muy agradables. Además bañarse en esta agua del Pacífico, que esta a una temperatura perfecta ha sido un placer. En la mayoría de los baños los únicos compañeros han sido los cangrejos que, cuando te tumbabas o quedabas quieto, empezaba a asomarse y salir de sus pequeños agujeros llenando la playa de pequeños rastros con sus rápidos y laterales movimientos.


Los atardeceres son impresionantes, la pena es que casi todos los días hubo nubes y no pude ver el sol ocultarse en el horizonte, pero si un poco más arriba, tras las nubes, pero la sensación era igual de imponente.


Todos los pequeños pueblos de esta costa de México son chiquitos y se dedican a un turismo que, evidentemente, no es de masas en el que predominan los mochileros. En casi todos los pueblos abundan los alojamientos de muy bajo coste, en los más baratos se duerme en hamacas junto a la playa, dudo un poco de la comodidad de estas “camas”, pero hay muchos mexicanos que si están acostumbrados.

El hotel es ecológico, por lo que respeta plenamente el entorno natural en el que se ubica, como podéis percibir en las fotos. La energía solar proviene de placas solares que se ubican en la misma propiedad. En las habitaciones únicamente hay un punto de luz, no hay enchufes, y te recomiendan usar velas para consumir la menos energía posible. En el restaurante hay un único enchufe para recargar los celulares (que no es muy necesario ya que no ha cobertura) o los portátiles (que aca las llaman lap-top). Todos los residuos se reciclan “in sity”. Quizás en este sentido lo que más me ha sorprendido es lo que aquí denominan el “wc seco”, que consiste en un inodoro en el que los residuos se convierten en abono natural. Todo consiste en que cada vez que se utiliza en vez de agua se ha de verter un poco de ceniza y de serrín, que colocan en unos cubos al lado del inodoro. Espero que las huellas que haya dejado allá sean, únicamente, las que se ven en la imagen.


Los desayunos en el restaurante se eterizaban ya que no me quería ir de esa terraza cubierta  de palapas, en el que corría una brisa refrescante y el café sabia a gloria.

Pero el regreso era obligatorio y el avión desde Huatulco no me permitía retrasar la partida, que si lo hubiese podido realizar no dudéis que hubiese alargado la estancia un poco mas. El regreso era a México DF donde me esperaba un amigo mexicano que conocí en Almería y me invito a cenar y dormir esa noche en su casa. A la mañana siguiente, el miércoles 6 de julio, regrese a Puebla en autobús e impartí mi penúltima clase del Curso, en esta ocasión sobre protección del patrimonio edificado.

Este fin de semana ando, de nuevo en Guanajuato, ya que he venido aca con mis últimas visitas españolas, y mañana nos vamos a los pueblos del entorno del lago de Paztcuaro y luego a dormir a la ciudad de Morelia, ciudad que es Patrimonio de la Humanidad. Ya estoy inmerso en la última semana de esta aventura, así que muy pronto nos veremos por allá.

lunes, 4 de julio de 2011

PUERTO ESCONDIDO



Vaya lugar maravilloso, ya me ha sorprendido desde el avión y después de disfrutarlo sólo espero que pueda continuar siendo lo que su nombre indica un “Puerto Escondido”. Os voy a ir poniendo fotos que he tomado el sábado y el domingo que creo os dará una idea más real de lo que os cuento.

Y os preguntaréis que es lo que me ha traído hasta este lugar, pues al igual que mi primera escapada individual de Puebla está que será la última de mi estancia en México se debe a los recuerdos del viaje que hice con Sepe, José y Pablo hace tres años a la parte sur de este país. En aquel viaje en varias ocasiones nos planteamos la posibilidad de acercarnos a la costa del Pacífico Mexicano, que parecía que se había salvado de las macro urbanizaciones de otros litorales.


Siempre he mantenido esa curiosidad y necesidad de empaparme en un litoral más limpio, sin mucha actividad humana y en el que creo que el cuerpo se llena de energía y calma. En principio me plantee venir en autobús, pero desde Puebla son 12 horas y por carreteras de montaña, por lo que me aconsejaron que tomara un avión. Hace unas semanas me compre un billete de avión desde ciudad de México hasta Puerto Escondido, en principio me venía el viernes pero la llegada se tuvo que retrasar por los efectos colaterales del huracán Alex, el primero de la temporada en el Golfo de México. El huracán que no ha sido tan devastador como parecía provoco muchas lluvias en Puebla y México DF, afectando a la carretera con conecta ambas ciudades y no pude llegar al DF hasta el sábado por la mañana. Después de un vuelo en un avión de hélices, igualito a los de Airnostrum de Almería. La llegada fue muy bonita a un mini aeropuerto y un pueblo muy controlable.


Estoy alojado en el Hotel Arcoiris, en la playa de Zicaleta de Puerto Escondido. Playa que es conocida por sus legendarias olas a las que se llama “el tubo mexicano”, por lo que esta plagado de surfistas de todo el mundo. Pese a ser un destino esencialmente de americanos es my agradable la estancia por sus playas, se percibe un ritmo muy pausado y las playas son muy disfrutables, aunque hay que tener mucho cuidado con las corrientes, que dan más de un susto a los atrevidos. 


En la ciudad, de 30.000 habitantes, el verde esta presente en todos lados, es una vegetación exuberante, llena de cocoteros y plantas tropicales (flor de paraíso...).


Quería haber estado dos noches pero ya tenía reserva en el Hotel El Copal en Mazunte, un pequeño pueblo a unos 50 kilómetros al sur de Puerto Escondido. El viaje hasta el cruce de Mazunte ha sido otro disfrute, por unas carreteras rodeadas de verde y de vez en cuando cruzando ríos llenos de aguas rojas, por el arrastre de tierras que han provocado las recientes lluvias. 


Y ya en el cruce tenía que tomar un Taxi o una Camioneta y después de varios desacuerdos con los taxistas me he montado en una camioneta, es una manera muy divertida de viajar. Es una camioneta de esas que vemos en las películas americanas en las que en la parte de atrás (que esta descubierta) ponen unos asientos y hay te metes entre mexicanos. Hoy comentan lo mal que esta la economía y su incertidumbre sobre los efectos de la imparable subida de a gasolina (que acá cuesta la mitad que en España, pero no se entiende teniendo en cuenta que es un país productor de petróleo). Si puedo en mi regreso repetiré esta experiencia tan particular.

En estas playas del entorno de Mazunte hasta que se prohibió la caza de tortugas en 1990 se realizaban auténticas carnicerías de tortugas en las que mataba a casi 50.000 ejemplares para comercializar su carne y sus caparazones. Afortunadamente esa práctica ya ha desaparecido y ahora viven del turismo sostenible.

Concretamente mi hotel, que esta un poco alejado del pueblo, se ubica en un lugar privilegiado; en una colina inmerso en la selva y frente al mar, frente a una cala casi desértica, con unas vistas y sonidos del pacífico que difícilmente se me olvidaran. Este hotel es ecológico, en el que el respeto de la naturaleza es esencial. La luz se consigue con  placas solares, no hay agua caliente (que tampoco es necesaria por el clima), y los residuos son nulos. Las duchas están en el exterior, en plena naturaleza disfrutando de las vistas del bosque y la playa. Merece mucho la pena la experiencia. En la foto el hotel son las cabañas que podéis ver entre la vegetación.


Anoche cene en el restaurante del hotel, ya que la distancia y el clima; estaba a punto de empezar a caer el diluvio, ya se escuchan los truenos, que al final se quedo en una noche de truenos y rayos que iluminaban el cielo. Me quede sólo en la terraza del restaurante hasta las diez de la noche, donde tienen un sofá desde el que disfrute de las imágenes, acompañado de luciérnagas que me rodeaban por todos lados. Hacia muchos años que no veía estos diminutos y luminosos insectos que me dejan atontado. Tengo la sensación de estar en el paraíso y desde este, mi paraíso particular, por dos días me despido. 


Aunque creo que con la luz del día tomare fotos que necesitare compartir y además Mazunte y El Copal se merecen sus propios comentarios.