lunes, 16 de mayo de 2011

OAXACA: Galerías y vida del espacio público

Hola de nuevo amigos, en esta ocasión desde Oaxaca, una ciudad preciosa que se encuentra a aproximadamente 300 kilómetros al Sur de Puebla, en plena Sierra Madre de Oaxaca, rodeada de valles de pueblos indígenas llenos de autenticidad. Pero antes de iniciar este relato, la alegría me lleva a comentaros que he encontrado un nuevo alojamiento para mi estancia en Puebla, un departamento en el edificio “Vacas”, que se construyó en la década de los 50 en pleno centro histórico de Puebla. Una de las grandes ventajas que tiene es que tiene 8 plantas, que para el centro de Puebla se una altura considerable donde la mayoría de los edificios no superan las tres plantas, lo que garantiza unas vistas espectaculares (ya os iré mostrando fotos).

Bueno vamos al objetivo inicial de este relato. El trayecto en autobús de Puebla a Oaxaca, de 4,5 horas, se hace un poco largo pero los paisajes son impresionantes, recuerdo haber pasado por tres; el primero la llanura de Puebla destinada al cultivo de maíz (elote en Mexicano) y cereal, en el que destaca la baja mecanización, se continúa arando con animales y segando a mano. El segundo un paisaje muy abrupto de sierras con grandes acantilados en el que la vegetación de cactus (de tres tipos esencialmente) con proporciones y alturas inimaginables para nosotros. Y el tercero una paisaje más suave, en el que aparecen las arcillas rojas y explotaciones agrícolas más reducidas, previas al valle en el que se ubica la ciudad de Oaxaca.

Esta ciudad quizás os suene por los disturbios del año 2006 (la mayor revuelta política en México en los últimos años), en el que murieron 23 personas por la acción de la policía que querían desalojar del zócalo a los profesores en huelga. De todo aquello en la ciudad se perciben algunas pancartas reivindicativas en el zócalo, os adjunto la imagen de una de ellas de gran colorido y mensaje un poco triste.


Lo primero que impresiona de la ciudad es la altura de los edificios, en el que predominan los de una planta y como máximo dos. La ciudad, como todas las de México, caótica en la periferia (sin infraestructuras, edificios a medio terminar, caminos de tierra, basuras en las calles….), pero una vez te vas aproximando al centro la cosa cambia.


Lo primero que hice fue patearme la práctica totalidad de las galerías de arte de la ciudad, por si veía algo interesante para mi casa. Me gustaron unos cuantos, pero el que me gusto realmente (de Israel Montes), al tener unas dimensiones importantes se me disparaba de precio. Oaxaca tienen una gran tradición de arte pictórico ya que ha sido cuna de pintores que han sabido mezclar la tradición cultural con vivos colores y las nuevas tendencias de la pintura. Por si os interesa os recomiendo que descubráis en Internet algo de Rodolfo Nieto y Francisco Toledo.

Después de camino al Hotel Azuzenas (de una planta y con 10 habitaciones), que tras una sensación inicial un poco regular lo he disfrutado una barbaridad; he sido el único huésped y parte de este relato lo escribí desde la terraza del hotel; sólo, con una café al lado, a la sombra de una sombrilla amarilla, rodeado de plantas (entre las que hay un Mango con 5 frutos que me tiene alucinado) y disfrutando de unas vistas, casi rasantes, de las cubiertas de la ciudad, en las que destacan las cúpulas de las múltiples iglesias.


Pero de lo vivido, lo que más me ha llegado, fue la vida de la ciudad del sábado por la noche; todos los espacios públicos plagados de personas y vida social. Os resumo cronológicamente mi paseo para que os hagáis una idea: de regreso al centro una entre a la Iglesia de Santo Domingo (me impresionó su escala y que cada centímetro de su interior está decorado con relieves), donde estaba iniciándose la misa de las 19:30 que fue esencialmente cantada, lo que ayuda a pensar y abstraerse a mundos imaginarios y deseados. Al salir me senté en la plaza debajo de unos árboles maravillosos llenos de flores rojas, de repente comienza a resonar en la lejanía una banda de música, al acercarse era una especie de charanga con gigantes y cabezudos. Abriendo el grupo una persona portaba una gran esfera en la que se podía leer, “Nuestra Boda. Vero y Brooks”, seguida de un grupo de mujeres bailando con traje folclórico y tras ellas un grupo de “guiris”, que llevaban unas velas de colores que daban mucha magia al grupo, y finalizaba la banda de música. Presiento que era una boda un poco artificiosa; montada por unos modernos americanos y no se que parte de lo visto era auténtico y que añadido, pero reconozco que la atmosfera era muy agradable.


Buscando un lugar para cenar tome rumbo al zócalo, y en el recorrido pase por una exposición de coches tuneados, con unas señoritas “explosivas” encima de ellos con las que uno se podía hacer fotos, muy demandadas por los de acá. En el zócalo la vida desborda por todos lados, después de la vuelta inicial me senté en el Restaurante El Jardín, en una galería porticada que me protegía de la lluvia, que estaba comenzando a caer. No os he comentado pero el clima habitual es que amanece despejado, a lo largo del día se va nublando, al atardecer las nubes empiezan a oscurecerse, luego se inicia una serie de rayos y truenos y aproximadamente a la hora (sobre las 10:00 de la noche) empiezan a caer las primeras gotas. Pudiendo quedarse en unas simples y refrescantes gotas o llover toda la noche como ocurrió el sábado por la noche. Entonces todo el mundo a protegerse de la lluvia, debajo de la galería, que se llenaba de los vendedores de globos.


Yo con mis quesadillas, mi doble X (cerveza clara) disfrutando de los mariachis al fondo, los niños jugando, la gente paseando y múltiples espectáculos callejeros. La gente se moja sin problema; los ves en la calle lloviendo viendo a un payaso frente a la catedral, o comiendo en cualquier lado. Pero hemos de reconocer que la lluvia si tuvo su efecto y aunque de un modo muy pausado, fue vaciando las plazas y las calles, así que toco retirada al Hotel, en el que he descansado muy bien. El domingo después de un placido y vital desayuno en la terraza del hotel salí de nuevo a la ciudad de Oaxaca para disfrutarla y sentirla, las plazas de nuevo repletas de gente y de personas vendiendo, me gusta la foto del niño vendiendo globos en la puerta de la catedral. A las 18:30 tome el autobús camino de mi nueva casa Puebla en la que he dormido por primera vez.


Un abrazo a todos y muchas gracias por estar.

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