domingo, 10 de julio de 2011

MAZUNTE

Ya de regreso en Puebla la verdad es que los días vividos en el Pacífico han sido muy especiales. Ya comente que el lugar es un paraíso si lo que se busca es el descanso y el contacto con la naturaleza. Mazunte, debe su nombre a un cangrejo azul que abundaba en estas playas, puedo decir, que desde mi punto de vista, es una de las playas y entornos naturales más bonitos de México. En un asentamiento que esta plenamente integrado en la naturaleza y desde cualquier rincón del mismo disfrutas de la misma. No puedo evitar mostráros nuevamente la imagen que tenía cada día desde la terraza de la habitación.




La playa principal de Mazunte esta plagada de actividad, desde bares y restaurantes con sus mesas y sillas en la arena, a muchachos con tablas practicando una especie de windsurf, pero que entran corriendo desde la playa, pescadores cuidando y reparando sus redes.


También un padre mostrando y enseñando a sus hijos los trucos y recomendaciones para aprender a manejarse con seguridad en un mar con muchas olas, como el del Pacífico.




Los originales del pueblo mantienen sus tradiciones, entre la que se encuentra la pesca, muchos se acercan a los acantilados desde donde pescan unos peces que se parecen a los peces espada chicos (no se como se denominan acá). La imagen de estos hombres y mujeres entre las rocas, casi verticales, impresiona realmente. La zona mejor para esa pesca son los acantilados de Punta Cometa, que es la que se encuentra más al sur de todo México. El acceso a este lugar se realiza por un sendero precioso en el que el comienzo esta repleto de vegetación, hasta que de pronto aparece el mar. Es un lugar al que también se suele acudir para ver las puestas de sol.



El hotel El Copal, donde me aloje se ubica en la playa Mermejita, a un kilómetro al norte de Mazunte. Es una cala casi desierta, en la que además del hotel únicamente existen unas cuantas cabañas que son viviendas privadas. En la playa de vez en cuando se ve a alguien pasear a lo largo de la playa o bañarse, su longitud es de casi un kilómetro lo que permite unos paseos al amanecer y atardecer muy agradables. Además bañarse en esta agua del Pacífico, que esta a una temperatura perfecta ha sido un placer. En la mayoría de los baños los únicos compañeros han sido los cangrejos que, cuando te tumbabas o quedabas quieto, empezaba a asomarse y salir de sus pequeños agujeros llenando la playa de pequeños rastros con sus rápidos y laterales movimientos.


Los atardeceres son impresionantes, la pena es que casi todos los días hubo nubes y no pude ver el sol ocultarse en el horizonte, pero si un poco más arriba, tras las nubes, pero la sensación era igual de imponente.


Todos los pequeños pueblos de esta costa de México son chiquitos y se dedican a un turismo que, evidentemente, no es de masas en el que predominan los mochileros. En casi todos los pueblos abundan los alojamientos de muy bajo coste, en los más baratos se duerme en hamacas junto a la playa, dudo un poco de la comodidad de estas “camas”, pero hay muchos mexicanos que si están acostumbrados.

El hotel es ecológico, por lo que respeta plenamente el entorno natural en el que se ubica, como podéis percibir en las fotos. La energía solar proviene de placas solares que se ubican en la misma propiedad. En las habitaciones únicamente hay un punto de luz, no hay enchufes, y te recomiendan usar velas para consumir la menos energía posible. En el restaurante hay un único enchufe para recargar los celulares (que no es muy necesario ya que no ha cobertura) o los portátiles (que aca las llaman lap-top). Todos los residuos se reciclan “in sity”. Quizás en este sentido lo que más me ha sorprendido es lo que aquí denominan el “wc seco”, que consiste en un inodoro en el que los residuos se convierten en abono natural. Todo consiste en que cada vez que se utiliza en vez de agua se ha de verter un poco de ceniza y de serrín, que colocan en unos cubos al lado del inodoro. Espero que las huellas que haya dejado allá sean, únicamente, las que se ven en la imagen.


Los desayunos en el restaurante se eterizaban ya que no me quería ir de esa terraza cubierta  de palapas, en el que corría una brisa refrescante y el café sabia a gloria.

Pero el regreso era obligatorio y el avión desde Huatulco no me permitía retrasar la partida, que si lo hubiese podido realizar no dudéis que hubiese alargado la estancia un poco mas. El regreso era a México DF donde me esperaba un amigo mexicano que conocí en Almería y me invito a cenar y dormir esa noche en su casa. A la mañana siguiente, el miércoles 6 de julio, regrese a Puebla en autobús e impartí mi penúltima clase del Curso, en esta ocasión sobre protección del patrimonio edificado.

Este fin de semana ando, de nuevo en Guanajuato, ya que he venido aca con mis últimas visitas españolas, y mañana nos vamos a los pueblos del entorno del lago de Paztcuaro y luego a dormir a la ciudad de Morelia, ciudad que es Patrimonio de la Humanidad. Ya estoy inmerso en la última semana de esta aventura, así que muy pronto nos veremos por allá.

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