Ya desde
el Aeropuerto a punto de embarcar en el vuelo de regreso a mi Almería natal os
comento algunas otras cosillas, en esta ocasión y aunque sea al final me
dedicare un poco a una de las costumbres que más sorprende y que se disfruta en
este extenso y variado país, que es la comida y la bebida. Además del consabido
y repetido “chile” que hace que comer sea, en algunas ocasiones, una aventura
de riesgo. Una vez que uno conoce como controlar ese elemento de riesgo, con
unas pautas sencillas, se puede disfrutar de las comidas con plenitud. Las dos
recomendaciones esenciales para protegerte del picante son: no hacer caso ni a
camareros ni mexicanos cuando te dicen que pica “un poco”, ese poco para un
estómago europeo es muchísimo (lo puedo asegurar), y en segundo lugar no probar
lo que aparenta ser un inofensivo pimiento en cualquier plato, realmente es
chile pero se camufla bajo la apariencia de un pimiento. Además en estos casos
hay que ampliar la cautela a todo aquello que haya estado en contacto con el
mismo. Y muchísimo cuidado con las salsas que te ponen en la mesa, algunas son auténticas
bombas de relojería, hay que probar una milésima parte de la misma y entonces decidir.
Aquí tenéis una imagen típica de las salsa que están en todas las mesas mexicanas,
normalmente la roja es mucho más picante.
Pero hablando
de lo que yo más voy a echar de menos he de comentar en primer lugar las
frutas, las aguas de frescas y el pan dulce. La variedad de frutas es tremenda
y el precio muy asequible, lo que me tiene alucinado desde le primer día hasta
hoy mismo han sido los mangos. Es la fruta más presente en todos los mercados y
rincones de la ciudad, la venden en cualquier esquina y a menos de un euro los
dos kilos. Yo no sabía que existen tantas variedades: el más común es el
“Ataulfo”, amarillo, de tamaño mediano y esta riquísimo, la denominación de
origen del mismo esta en Chiapas donde, según me cuentan, los mangos se caen de
los árboles y casi te los regalan. El “Manila” es muy parecido al Ataulfo pero
más chiquito y esta igual de rico. El “Petacon” (así se denomina a la persona
que tiene el culo prominente) y que es el que se consume en España, aca se
suele utilizar para las aguas frescas ya que es menos sabroso. El “Paraíso” que
es como el que se comercializa en España, pero más chiquito. Estas son las
cuatro variedades más comunes en México, al menos en Puebla.
Del resto
de las frutas también son un lujo
las papayas (muy económicas), las piñas, los plátanos, que tienen un sabor más
intenso y hay una variedad de unos que son chiquitos, muy dulces y que tiene un
tamaño que es más adecuado para una persona sola, se les conoce como dominicos.
También sorprende el color de la tuna (nuestro higo chumbo), verde, pero esta
maduro pese al color.
El Mamey,
una fruta que yo no conocía, es de un tamaño similar al del mango, pero exteriormente
es marrón oscuro, con una piel dura, la pulpa es anaranjada y el hueso como el
del aguacate pero alargado, su sabor me recuerda al boniato, lo utilizan mucho
para hacer helados. Os muestro un vendedor callejero de Mameys en Apicazo, a 10
pesos del kilo (aproximadamente 60 céntimos de euro). Es una fruta menos común
y para encontrarla hay que ir a los mercados más tradicionales.
Y que
contar de las panaderías como lo tienen organizado hacen que, al menos yo,
siempre compre de más. Os cuanto, cuando entras debes coger una bandeja de unos
40 centímetros de diámetro y unas pinzas metálicas de unas 20 centímetros de
largo con las que vas cogiendo lo que quieres. Yo no me puedo contener y hasta que
no veo la bandeja medio llena no paro de poner pan y dulces. Ayer pase por mi
pastelería favorita “La Flor de Puebla”, que esta en la 3 sur con la calle
Reforma, muy cerquita del zócalo, y he comprado bizcocho de elote (maíz), pan
relleno de queso, magdalenas y alguna otra cosa que hasta que no la pruebe no
sabre de que se trata en realidad. Acá le llaman “pan dulce” a lo que nosotros
llamamos bollería casera y la consumen a todas horas, de echo muchos poblanos
comen con “pan dulce”, se puede decir que está un poco enganchados. La foto es un puesto callejero de panes dulces que son contemplados por Manolo.
También
los mercados y las puestos callejeros son una pasada. En los mercados se mezcla
de todo, se vende de todo, desde artículos de papelería, carne, cerámica,
puestos de comida, pescado, frutas, flores……. Todo mezclado sin una
organización aparente, únicamente se suele apreciar una agrupación de los
puestos de comida. Yo voy a comprar a uno chiquito que hay cerca de casa donde
hay vendedores que son a la vez los que cultivan lo que venden, acá aún perdura
esa práctica de vender lo que se produce directamente, que antes era a modo de
trueque, lo que tienen la gran ventaja de que los productos (nopal, acelgas,
manzanilla fresca, cebollas, elote……) que venden no pueden ser más frescos. La prímer imagen es de mi mercado en Puebla.
Por
último comentaros la costumbre de las aguas frescas, que son jarras de agua con
un poco de zumo. La más habitual es la Jamaica, que es una bebida de infusión
de hibiscus, de color rojo y que fresquita esta muy rica. Además suelen tener
variedad de frutas como el mango, limón, naranja, papaya… en cada restaurante
has de preguntar que agua fresca tienen, ya que la cambian casi a diario.
La
cerveza es muy variada, en relación a las lager (rubias suaves) están la dos X,
la Victoria, la Pacífico, La Sol y La Corona (que no Coronita, como en España
aunque es la misma). Ya en las negras es muy común la negra Modelo de mucha
calidad. Pero lo que sorprende realmente es como toman las cervezas, es muy
habitual que las pidan en “cheladas” o “micheladas”. Pese a que no esta claro
que es cada cosa (en cada bar hay que preguntar cual es cual) intento
explicaoslo. La “chelada” es que junto a la cerveza que hayas elegido te traen
un baso con un poco de zumo de limón y el borde del baso mojado con sal para
que te sirvas la cerveza en el baso, quizás sea la mezcla más fácil de beber
para un europeo. La “michelada” es mucho más intensa y fuerte ya que a la
anterior mezcla le añaden una serie de salsas (salsa picante, salsa inglesa,
salsa tabasco, jugo sazonador, chamoy…) entre el que se encuentra, como no, el
chile. A mi me parece que desvirtúa mucho el sabor de la cerveza y que es
demasiado fuerte para mi sensible estómago. No me puedo olvidar el “clamato”,
que es una especie de michelada pero con zumo de tomate y ostión lo que le da
un sabor a almeja. Pese a ser tan fuerte para ellos suele tener fama de que es
buena para la resaca. Para mi la favorita es La Pacifico, que es una cerveza
rubia suave. El precio de la cerveza al igual que en otros países
latinoamericanos es cara si la comparamos con el precio de la comida, no
guardan la misma proporción que en España. Un tercio de La Pacífico en la
tienda cuesta 10 pesos (sobre 60 céntimos de euro) y en un bar entre 20 y 30
pesos (entre 1.5 y 2 euros).
Seguramente
este mensaje algunos lo leáis cuando ya este por Almería, puede que nos hablemos
y nos veamos pronto.
Aunque comentare algo más sobre esta experiencia quiero darles las gracias por su compañía. Aunque haya sido mediante
mensajes, que os aseguro que en la distancia son esenciales y ayudan a sentirse
acompañado, aunque sea a nivel planetario.
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